EL TABLÓN DE LA MEMORIA
Pablo Picasso decía que “el arte es la mentira que nos permite darnos cuenta de la verdad”. En el caso del 3 de marzo, el arte ha ayudado a dotar aun más de verdad a unos hechos que algunos quieren olvidar, invisibilizar y convertir en mentira. No hay presente ni futuro sin memoria es el título del gran mural que decora desde 2013 el barrio de Zaramaga, testigo de la masacre de 1976.
Idea y proceso creativo
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Javier Hernández Landazabal fue el artista encargado de la dirección de este proyecto que respondía a una de las aspiraciones a cumplir por parte de Martxoak 3 Elkartea. Hasta llegar a la obra de arte que a día de hoy se puede contemplar, se realizaron diversas reuniones para tratar la ubicación y los motivos que se iban a incluir. A esas sesiones podía acudir cualquier persona de la ciudad y aportar todo tipo de ideas a partir de las cuales se realizaban charlas y debates. La Asociación del 3 de marzo fue una de las grandes asesoras, además de expertos en historia, justicia y mediación de conflictos. Se contó también con la participación de un técnico de la Universidad de Belfast, ciudad muy conocida por sus murales reivindicativos y políticos.
Finalmente, el grupo de trabajo se redujo a unas 30 personas. Todas ellas eran voluntarias, a excepción de un pequeño grupo de cinco o seis que tenían un pequeño sueldo: “Esto tenía vistas a una cierta integración, desde gente inmigrante hasta jóvenes que habían dejado los estudios. Se les llamaba ‘Brigada de la brocha’”, explica Hernández Landazabal.
El sentido del mural se basa en cuatro pilares fundamentales: justicia, verdad, reconocimiento y reparación. Un justicia que aún no ha llegado y que desde los tribunales españoles se ha negado dando un portazo a la historia; una verdad tergiversada en multitud de ocasiones; y un reconocimiento y reparación a las víctimas que también está pendiente por parte del Estado que en el año 2001, bajo el gobierno del PP, se negó a reconocer a los cinco fallecidos como víctimas del terrorismo.
La obra se realizó en un mes y el Ayuntamiento facilitó unas ayudas económicas para poder desarrollarlo: “El PP no ayudó mucho pero no puso impedimentos que ya es bastante”, comenta Hernández Landazabal. Él fue el encargado de presentar un proyecto con todas las ideas y documentación reunida que era muy parecida al resultado final que se puede ver en la actualidad.

Foto: Zuriñe Gómez
Significado de la obra
El mural está diseñado a modo de retablo, lo que significa que la parte central es más importante y las otras son una introducción y un colofón. Toda la zona superior está en tonos grises con un significado concreto. “Esos colores representan la época gris que fue el franquismo, la dureza de una dictadura y también el color de los uniformes de los policías a los que se llamaban ‘grises’”, detalla Hernández Landazabal.
La parte central habla sobre los hechos concretos del 3 de marzo de 1976. Incluye frases reales de las grabaciones de la policía, imágenes reales tomadas ese día y posteriores, pegatinas de la época e incluso un organigrama elaborado por los obreros para organizarse. Todo este material se consiguió gracias a la gran labor de documentación y hemeroteca que se hizo previamente. “Todo es muy real. Los hechos ya eran bastante tristes y duros como para exagerar aún más la realidad desde un punto de vista artístico”, explica el autor.

El franquismo, época previa al 3 de marzo de 1976. Foto: Zuriñe Gómez

El 3 de marzo de 1976. Foto: Zuriñe Gómez
En la zona inferior hay más colores y más luz. “Simboliza lo que parecía un momento esperanzador que era la Transición, las huelgas posteriores en solidaridad por los hechos, el mantenimiento de la memoria, la transmisión oral del relato”, añade el director. Además, incluye una noticia publicada en un medio que habla sobre los juicios en Argentina donde la jueza Servini pidió la extradición de los responsables. “Había que tener cuidado con el Ayuntamiento que era del PP y no podías salirte de lo que fuera demostrable y salido de hemerotecas”, puntualiza.
Toda la obra se remata con un cuaderno y un lápiz para expresar que la historia tiene que seguir escribiéndose. Un lapicero de color rojo con con una connotación simbólica de la izquierda y de la parte obrera. Todo esta estructura como una especie de tablón de anuncios, donde los elementos se sujetan con siete chinchetas rojas. Siete disparos que mataron a siete hombres: cinco en Vitoria y dos en manifestaciones de apoyo posteriores en Basauri y Tarragona.
Su director, Javier Hernández Landazabal, ve el mural como un antídoto contra el olvido: “El objetivo es que no apague la llama del recuerdo, que el pasado no quede en el olvido y por tanto que no gane la impunidad”, recalca.

La memoria histórica, años posteriores al 3 de marzo de 1976. Foto: Zuriñe Gómez