VITORIA, 3 DE MARZO:
LA CRÓNICA DE UNA MASACRE
“Esta historia es una ficción basada en hechos reales”. Así, con esa premisa, comienza la primera película de Victor Cabaco Vitoria, 3 de marzo. Este largometraje narra cronológicamente cómo fueron los días previos al 3 de marzo, con huelgas, manifestaciones y asambleas, hasta llegar a ese fatídica fecha. Unos hechos reales que bien podrían constituir el argumento de una película y ahora, efectivamente, forman parte de una producción cinematográfica. Se convierte así en la manera perfecta de dar voz a un capítulo de la historia de Vitoria-Gasteiz que poco se conoce más allá de las fronteras de Euskadi.

Foto: CINEFILMS
El filme gira en torno a la historia de Begoña (Amaia Aberasturi) y su familia; una joven estudiante que se enamora de Mikel (Mikel Iglesias), un trabajador de Forjas que la introduce en todo el movimiento obrero. A partir de ese momento, Begoña tendrá que lidiar con diversas situaciones tanto con su familia, como con Mikel, como con todo el movimiento asambleario en el que se está sumergiendo. Su personaje muestra una evolución durante toda la historia, y es que, tal y como ella ha declarado: “Begoña es un poco la metáfora del pueblo de Vitoria-Gasteiz y su transformación durante esos días”.
Introducir una historia de amor dentro de unos hechos tan trágicos puede parecer, de primeras, un tanto banal. Sin embargo la propia protagonista explica muy bien que esto sea así: “Todas esas personas tenían una historia detrás, tenían una vida normal con pareja, familia y amigos. Esa también es la realidad”. El 3 de marzo fue un día terrible, de eso no hay ninguna duda. Pero el movimiento tan solidario y de unión que hubo detrás cambio la vida de muchas personas en Vitoria-Gasteiz, y eso tenía que estar reflejado de alguna forma.
La narración comienza unos días antes de los hechos y explica cómo se va desarrollando todo el proceso desde diferentes prismas: desde el punto de vista de los obreros, de los empresarios, de los medios de comunicación, del Gobierno, etc. La ciudad de Vitoria-Gasteiz va evolucionando a medida que la gente se va sumando a la causa, desde trabajadores y trabajadoras, hasta estudiantes o amas de casa. Toda la capital alavesa se unió para conseguir un fin común y tal y como dice Mikel: “Gestar un mundo nuevo y más justo”.
Sin duda, el mayor acierto de la película es conjugar la ficción con imágenes reales y con los audios de la Policía. Con esto, la historia coge aún más verdad y, a la vez, crudeza, lo que hace que la gente salga del cine en silencio y con las emociones a flor de piel. Más aún si se trata de personas que vivieron aquello en primera persona. Tanto el comienzo como el final emplean esta fórmula y es la manera perfecta para introducirse de pleno en la historia. Sobre todo cuando llega el momento cumbre dentro de la iglesia de San Francisco, el 3 de marzo de 1976, a las cinco y cuarto de la tarde.
Para alguien de Vitoria-Gasteiz, haya vivido o no lo ocurrido, es muy complicado valorar la película sin caer en los sentimientos y en las emociones. Este hecho marcó para siempre a la ciudad y a su gente, tanto a los que lo vivieron como a los que han ido recibiendo el relato. Y es muy difícil verla sin emocionarse y sin llenarse de ira. Es una herida que sigue abierta en la ciudad y para los que fueron testigo, es una manera de revivirlo. Para los que no, es la forma perfecta de reproducirlo a lo que antes solo estaba en la imaginación, y visualizar lo que ocurrió y cómo ocurrió.
A fin de cuentas, el objetivo de este largometraje es hacer un homenaje a todas aquellas personas que lo vivieron, a los cientos de heridos, a las familias de los fallecidos y, sobre todo, a ellos cinco: Pedro María Martínez Ocio, Francisco Aznar Clemente, Romualdo Barroso Chaparro, José Castillo y Bienvenido Pereda; mantener vivo su recuerdo y ayudar a crear lo que el guionista de la producción, Juan Ibarrondo, denomina “justicia poética”.
​
-
ENTREVISTA CON LOS ACTORES: