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LAS VÍCTIMAS DE MARZO

Romualdo Barroso Chaparro

 

Tenía 19 años y había nacido en Brozas, un pueblo a unos 45 kilómetros de Cáceres, del que muchos habían emigrado a Vitoria-Gasteiz en busca de trabajo en las nuevas fábricas. Vivía en el barrio Errekaleor, en el seno de una familia obrera, y tenía dos hermanas más pequeñas, Blanca y Eva, de 15 y 7 años respectivamente. 

 

Estudió Maestría Industrial en Diocesanas-Nieves Cano y llevaba tres meses trabajando en Agrator, una fábrica de maquinaria agrícola. En diversas entrevistas su familia siempre le ha definido como un joven valiente y solidario que apoyaba las causas de los mas necesitados. Era un gran dibujante aficionado al ajedrez y a la montaña. 

 

El 3 de marzo de 1976, Romualdo salió de casa a eso de las tres de la tarde para buscar a un compañero con el que iba a acudir a la asamblea de San Francisco. Llegaron a la iglesia y entraron por la puerta de atrás tomando asiento en el segundo banco. Cuando empezó el lanzamiento de botes de humo dentro del templo, Barroso rompió los cristales de varias ventanas para poder huir. Logró salir, pero entonces fue cuando lo dispararon. Murió esa misma noche en el hospital de Santiago a causa de un tiro en la cabeza efectuado a muy poca distancia y por la espalda. 

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Foto: Martxoak 3 Elkartea

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Foto: Martxoak 3 Elkartea

Francisco Aznar Clemente 

 

Era la más joven de las víctimas, tenía 17 años. Su familia era de origen andaluz y extremeño pero él nació en Asturias, más concretamente en Sami de Langreo. Tiempo después se trasladaron a Vitoria-Gasteiz donde vivía con sus padres y sus hermanas Ana y Marta, en la calle Reyes Católicos en el barrio de Zaramaga. Había estudiado en Jesús Obrero y llevaba dos meses trabajando de panadero en la Panificadora Vitoriana. 

 

Francisco Aznar fue otro de los asesinados ese mismo tres de marzo. Cayó a poca distancia de otro de los muertos, Pedro Mª Martínez Ocio, a consecuencia de un balazo que le destrozó el cerebroEl libro Informe Vitoria, escrito por el Grupo de Trabajo Alternativo, recoge el testimonio de un amigo de Francisco Aznar en el momento de su muerte:

Cuando vi a mi amigo muerto, me lancé contra un árbol, lo rompí e hice tres cachos. Me lancé sobre otro y también lo rompí. El tercero no pude romperlo. Un señor me llamó salvaje. Yo le contesté lo que fuera, pero se dio cuenta de lo que se trataba, comprendió y me ayudó. Hice dos cruces con palos y los coloqué sobre la sangre en el lugar de los sesos. Decidí quedarme allí toda la noche. Recogí unas pierdas, cerqué el lugar y con un pañuelo até los dos palos que formaban la cruz. Un señor me dijo que tenía los zapatos del difunto y si quería que los trajese. Le dije que sí. Acerqué una caja de papelera para proteger el sitio. Alguien trajo una vela, después un bote de leche y una botella de aceite y se preparó la lamparilla. Luego trajeron más velas y las encendimos…

 

Esta cruz se mantuvo en ese lugar hasta horas después, cuando la policía la hizo añicos, al igual que había hecho con todo horas antes. 

Pedro Mª Martínez Ocio 

 

Nacido en Vitoria, Pedro Mari Martínez Ocio tenía 27 años y era administrativo en Forjas Alavesas, una de las empresas más importantes del momento y de las primeras en ponerse en huelga. Sus dos hermanos, Jose Luís y Andoni, también trabajan allí y los tres solían acudir a todas las asambleas, algo que no sucedió ese día. 

 

El joven vitoriano estaba en un edificio de enfrente con su novia, con la cual tenía planes de boda, y cuando empezó a ver todo lo que estaba aconteciendo decidió bajar a ayudar pensando que sus dos hermanos se encontraban allí. Se unió a la gente para tratar de romper el cordón policial que impedía salir a las personas que se congregaban en la iglesia. Y fue en ese momento cuando le dispararon. Según la autopsia, recibió un proyectil a la altura de la quinta costilla del hemitórax izquierdoEl libro Informe Vitoria también recoge el testimonio de uno de sus amigos testigo de su muerte:

 

“Salí de la asamblea mareado, por la trasera. Me apelaron. En ese momento, Ocio iba corriendo. Yo vi que un sargento de nariz respingona, sin botas, mandó cargar. Ocio salió delante de mi. Cayó de rodillas, intentó levantarse y volvió a caer. Cogí a Ocio por los brazos pensando que las balas de goma le habían mareado. Le llamé. Contestó: “¿qué?” Y se me cayó. Le metí de nuevo las manos por los brazos. Lo llevé al banco. Se me volvió a caer. ¿Qué te pasa? Le dije. Se echó las manos al vientre, por el lado izquierdo, suspiró dos veces y murió sobre el banco. Yo grité: ¡que está muerto!…” 

Fotos: Martxoak 3 Elkartea y Zuriñe Gómez

Minutos más tarde y en el mismo lugar donde murió, uno de los compañeros que lo vio caer escribió en el suelo la palabra "Justicia" con la propia sangre de Ocio. Ese mismo lugar es donde se encuentra hoy día el monolito de la mano de hierro en recuerdo a las víctimas. 

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José Castillo García

 

Nació en Morasverdes, provincia de Salamanca. Tenía 32 años y trabajaba para Basa, sociedad del grupo Arregui. José Castillo trabajó durante siete años en Suiza y se estableció en Vitoria-Gasteiz junto a su familia en el año 1974. Vivía en la calle Reyes de Navarra del barrio de Zaramaga junto a su mujer y sus dos hijos de uno y diez años. Justo dos pisos más arriba estaba la casa de Bienvenido Pereda, otro de los asesinados. 

 

Al volver ese día de trabajar vio todo el jaleo que había y bajó a cambiar de sitio el coche. Una vez abajo se junto con Bienvenido y un mismo disparo acabó con la vida de los dos. La bala que salió de la pistola, atravesó primero la columna vertebral de su vecino, y después le reventó a él el hígado. Aunque llegó aún consciente al hospital, murió el 7 de marzo a consecuencia de las graves heridas causadas por el disparo. 

Foto: Martxoak 3 Elkartea

Bienvenido Pereda Moral 

 

Tenía 32 años era nacido en Salazar de Amaya, Burgos, y trabajador de Grupos Diferenciales. Llevaba tan solo tres años viviendo con su esposa Carmen y su hijo Javier en Vitoria-Gasteiz y su casa estaba dos pisos por encima de la de José Castillo García.

 

Él y su hermano fueron a ver qué estaba ocurriendo con intención de ayudar a todas las personas que trataban de salir de la iglesia sin sufrir la dura represión de la Policía. En ese momento, cuando se encontraba junto a José Castillo, una pistola les apuntó y la bala atravesó a ambos. Este disparó penetró por su pecho y toco la médula.  Pero además, recibió otros dos balazos en la pierna. 

 

Fue el último de los cinco en morir. Falleció el 5 de abril en el hospital Santiago Apóstol a causa de una septicemia por la infección que tenía en su cuerpo. Cumplió los 32 años el 20 de marzo, mientras estaba ingresado. 

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Foto: Martxoak 3 Elkartea

A estas cinco víctimas mortales hay que sumarles los más de cien heridos, en su mayoría de bala, que sí pueden contar la barbarie que vivieron. El libro de Amparo Lasheras, Gasteiz 3 de marzo de 1976. Un recuerdo 25 años después, incluye un listado de todos los heridos del mismo día 3, nombres que se fueron recabando gracias a la información que llegaba con cuentagotas de los hospitales y gracias a los relatos de la gente de los años posteriores. Además, a estos también hay que añadir los nombres de las víctimas del posterior día 4, información que, según Lasheras, no se facilitó por orden expresa del Gobierno Civil. 

El sentimiento de rechazo ante los hechos acaecidos en Vitoria-Gasteiz traspasó las fronteras de Álava y del territorio vasco. Fueron varias las manifestaciones que se celebraron en diversos puntos de la geografía española en señal de protesta y de solidaridad, entre ellos Tarragona y Basauri. En ambos sitios, la represión policial se cobró la vida de dos personas más. 

 

El 5 de marzo de 1976, se produjo una manifestación en Tarragona con el lema “Vitoria hermanos, nosotros no olvidamos” que denunciaba lo ocurrido dos días antes en la capital vasca. Juan Gabriel Rodrigo, de 19 años, trabajaba en una refinería y quiso mostrar su solidaridad en esa manifestación. Las cargas policiales empezaron y él y dos personas más se refugiaron en un edificio. En ese momento, Juan Gabriel cayó al vacío y los únicos que vieron su muerte fueron los agentes que ocultaron lo que había ocurrido hasta el día siguiente. La versión oficial lo criminaliza afirmando que se cayó mientras lanzaba piedras contra los miembros de los cuerpos de seguridad. 

 

Tres días después, el 8 de marzo, en Basauri se vivió una situación muy similar. En Bizkaia decidieron convocar una huelga para denunciar lo ocurrido en Vitoria-Gasteiz y más de 150.000 trabajadores pararon. En Basauri se celebró una asamblea a la que acudieron más de 8.000 personas, entre las que estaba Vicente Antón Ferrero de 18 años. La Guardia Civil volvió a sacar las armas para dispersar, de igual manera que en la capital alavesa, esa asamblea, y es en ese momento cuando Vicente murió. Recibió un disparo en la cabeza a menos de siete metros de distancia y falleció minutos después en un hospital en Bilbao. 

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Juan Gabriel Rodrigo

Foto: Martxoak 3 Elkartea

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Edificio desde el que cayó Juan Gabriel

Foto: Zuriñe Gómez

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Vicente Antón Ferrero

Foto: Martxoak 3 Elkartea

5 de marzo de 1976, primer funeral

“Estos muertos son nuestros, son de todo el pueblo de Vitoria”

Jesús Fernández Naves, uno de los líderes sindicales

Si bien es cierto que no todos los vecinos de Vitoria-Gasteiz salieron a la calle el 3 de marzo de 1976, sí lo hicieron el día 5. Ese día se celebró en la Catedral Nueva el funeral por los tres obreros que habían muerto hasta el momento: Pedro Mª Martínez Ocio, Francisco Aznar y Romualdo Barroso. 

 

Según datos del INE, la población de Vitoria-Gasteiz en 1970 sumaba 132.963 personas. Ese día, a las diez de la mañana, en la Catedral Nueva se reunieron más de 100.000, más del 75% de los habitantes de la ciudad se encontraba en ese momento allí. 

 

Los féretros llegaron a hombros de familiares y amigos de las víctimas, acompañados de un sepulcral silencio que, tal y como cuenta Amparo Lasheras, presente en ese momento, solo se rompió con el atronador aplauso de todos los asistentes. Dentro del templo, un centenar de sacerdotes acompañaban a monseñor Peralta, obispo de Vitoria, que fue duramente abucheado. Se le responsabilizaba de no haber impedido el desalojo de la iglesia de San Francisco y, por tanto, no cumplir con el Concordato existente entre el Estado y el Vaticano. Ese acuerdo otorgaba esa potestad de desalojar a la iglesia e impedía que los cuerpos policiales pudieran hacerlo, y menos por medio del uso de la fuerza.

 

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Foto: Martxoak 3 Elkartea

Tras leerse la homilía termino la ceremonia y fue en ese momento cuando Jesús Fernández Naves, líder del movimiento asambleario y trabajador de Mevosa, leyó un discurso. Algunas de sus palabras se recogen en el libro Gasteiz 3 de marzo de 1976. Un recuerdo 25 años después de Amparo Lasheras: 

 

“Pedro María, Romualdo, Francisco… vuestra sangre no será inútil, vuestros asesinos no quedarán sin castigo. Habéis caído en una lucha que un día conducirá a nuestra liberación. Es probable que no seáis las últimas víctimas de una sociedad injusta y podrida, pero nosotros cogeremos la antorcha que ahora dejáis y seguiremos camino adelante, hasta la meta…” 

 

Los coches fúnebres comenzaron su camino hasta el cementerio de Santa Isabel seguidos por toda una marea de gente. En el libro Vitoria. De la Huelga a la matanza, primera publicación que se escribió sobre los hechos, se habla de toda esta gente como “la manifestación más gigantesca contra el régimen en cuarenta años de dictadura”. 

 

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Foto: Martxoak 3 Elkartea

Todo el recorrido se realizó en estricto silencio. Maite Elizondo, trabajadora en un taller de venta y reparación de vehículos pesados, estaba allí presente y recuerda como el único sonido que se percibía era el de los pies en un lento caminar. El único momento en el que se sintió la tensión fue al pasar frente al Gobierno Civil, donde los gritos de “¡Justicia!” llenaron las calles. 

 

El cortejo continuó hasta llegar a las puertas del cementerio, siempre escoltado por multitud de policía armada que tenía la orden expresa de Manuel Fraga de no intervenir en el funeral. Tras cuatro horas recorriendo la ciudad, las tres víctimas fueron despedidas por todos los asistentes con un “Agur Jaunak”. Pedro María Martínez Ocio y Romualdo Barroso fueron enterrados allí, mientras que el cuerpo de Francisco Aznar fue llevado a su pueblo en Salamanca, ciudad a la que también viajó la familia y de la cual nunca regresó. 

Vitoria, 3 de marzo de 1976. La memoria de un pueblo herido de bala

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